jueves, 16 de octubre de 2008

PRESENCIA DE CELIA HART SANTAMARÍA

Carlos E. Bojórquez Urzaiz

Al ser avisado del fallecimiento de Celia Hart Santamaría, la sorpresa o no sé qué clase de desconcierto se apoderaron de mí, e impidieron que entendiera bien lo que decía el correo, un mensaje despachado en París por Héctor Hernández Pardo, la noche misma de la tragedia. De modo que cuando llamó Evelio Arango, editor de Cultura en el periódico POR ESTO! para confirmar pormenores de la noticia y saber si tenía algún artículo en memoria de Celia, simplemente quedé sin palabras. No había vuelta atrás ni se trataba de ningún error, el accidente sufrido por los hermanos Celia y Abel Hart Santamaría en el municipio de Playa, a la altura de 3ª y 46, en La Habana, era una verdad fulminante. A partir de ese momento empecé a reconocer que nuestra despedida fueron las últimas conversaciones que sostuvimos en una tertulia rodeados de Jean Lamore, Pablo González Casanova, Jorge Canché y Gustavo Robreño, el 28 de enero de 2008 en La Habana, una fecha y un lugar emblemáticos que nos reunió para conmemorar el natalicio de José Martí, en el Segundo Congreso Por el Equilibrio del Mundo, presidido por el Dr. Armando Hart Dávalos, padre de Celia, quien puso todo su amor y esfuerzo en la organización de esa conferencia que congregó a los martianos del mundo que quisieron asistir.

Recuerdo haberla visto brincar de júbilo cuando se enteró de que la próxima reunión del Consejo Mundial del Proyecto José Martí de la UNESCO tendría lugar en la ciudad de Mérida, durante el mes de enero de 2009. Celia poseía la gracia de entusiasmarse con el éxito ajeno, pero además conocía el calor humano de esta ciudad, donde realizó estancias de estudios cuando la Física ocupaba la mayoría de su tiempo. Quizás ella haya asido la única amiga habanera capaz de imitar el habla yucateca, a causa de su interiorización en la cultura e identidad maya de nuestro Estado. De hecho, fue a través de un diálogo sobre ese tema y el pensamiento de José Martí, como se originó la amistad que cultivamos desde que la conocí en la Galería Haydeé Santamaría de Casa de las Américas, abierta en honor de su madre, que fundó esa maravillosa institución cultural en el año de 1959. Fuimos presentados por Roberto Fernández Retamar y su esposa Adelaida de Juan, a quienes en esa época perseguía por toda La Habana con preguntas sobre Calibán y otros ensayos, la obra en prosa que más me agrada de este poeta cubano, y del dibujo de Chacmool de Martí, cuyos primeros análisis se deben a la Dra. Adelaida de Juan. Ahí estaba Celia, la siempre inquieta mujer que después de saber mi procedencia y profesión, sin pausa disparó una batería de preguntas referentes a los mayas, hasta el punto que Fernández Retamar precisó intervenir para aclararle que mi interés se centraba en la visión de José Martí sobre los mayas. Pero una cosa nos llevó a la otra, por lo que pasó a explicar que a quien necesitaba visitar era a su padre, cosa que hice sin demora y hasta la fecha sigo haciendo, con verdadera admiración, las veces que viajo a Cuba. Conversamos el resto de la noche y luego supe que el activismo era el código mediante el cual se tenía que entender y querer a Celia Hart. “….hacer es una forma de resolver…”, escribió Martí en 1891, y con la luz de ese aforismo nuestra amiga explicaba la razón de su acción continua.

Sinceramente no sé si dejó por completo su promisoria carrera en el campo de la Física, que incluyó la publicación de algunos libros sobre esa materia, ya que nunca me atreví a preguntárselo, pero es el caso que sus escritos empezaron a irradiar ideas frescas y alegorías que apuntaban en dirección de un periodístico crítico, en medios alternativos, con indudables intenciones de convertirse en la escritora que ya descollaba por los hermosos textos que escribía al fallecer con 45 años de edad. Por cierto la última vez que conversamos comenté que había regresado sobre su viejo artículo: “Martí….en las tiendas de Miami”, publicado en 2004, que no es sino una glosa enriquecedora del texto de Arleen Rodríguez, que refería un hecho sin precedente, resumido del siguiente modo:

“La noticia de que una empresa de marca estadounidense está a punto de lanzar al mercado una colección de ropa y calzado masculino bajo el nombre de José Martí, ofende pero no sorprende a los cubanos”.

Celia, por su parte, que era vertical en todo cuanto escribía, trajo a cuento una hermosa carta de José Martí dirigida a María Mantilla con la que recordaba el inconveniente conceptual, más no de mercado, que tendría esa empresa:

“…He vuelto a mirar con ojos dolorosos las pocas imágenes fotográficas de aquel hombre menudo - señalaba Celia –. Su único trajecito negro. Curioso, poco había reparado en la imagen física de Martí…” y concluía: “Sería cuestión de mercado y publicidad, cómo el nombre de una persona que despreciaba tanto la carrera de la moda se convierte en un Pierre Cardín o Cristian Dior… Claro, todo es posible en este mundo que acusa de violación de los derechos humanos a un país pobre y asediado que hace vivir a cuanto niño decide nacer y le prorroga la vida a cuanto anciano tendría que morir…y no condena a los pervertidos que horrorizan al mundo con la sodomía de sus cárceles… tal vez andemos en Alicia y el país de las maravillas y vivamos el mundo “al revés” Y tendremos que ver la imagen de Martí en los calzoncillos de un militar norteamericano nacido en la Florida, mientras humilla sexualmente a unos hombres encapuchados…todo en nombre de la Libertad”.

Esa cascada de ideas claras y alegatos al discurso hegemónico los tejía Celia con tanta celeridad y color, que ningún espacio editorial parecía suficiente para darle cabida a lo que escribía. Desconozco cuántos artículos suyos pudieran estar circulando en la red, que sin duda fue su lugar preferido para publicar y ser leída en todos los rincones de América, muy a tono con la tesis defendida por su padre, con relación a la necesidad de globalizar el humanismo y la cultura, valiéndonos de la tecnología moderna. Algunos que tuvieron la suerte de conocer a Haydeé Santamaría Cuadrado dicen que de ella tenía el carácter insurrecto, e incluso el mismo Armando Hart comentó alguna vez en sus oficinas que Celia era como Haydeé. Sin embargo, pienso que ella poseía el talento de ambos, aunque en cualquier caso brillaba con luz propia.

En enero de este año me ofreció su libro: Apuntes revolucionarios. Cuba, Venezuela y el socialismo internacional, editado por la Fundación Federico Engels en 2007, más como no tuvo tiempo de entregármelo, me he propuesto conseguirlo. Me gustaría señalar, antes de terminar, que si bien siempre compartí su irreverencia y su capacidad para desacralizar las modas intelectuales, detrás de esta posición Celia estaba habitada por un hermoso calor muy cubano en su trato, y sobre todo en el amor por sus hijos José Julián y Ernesto, así como por su padre, a quienes ofrezco desde aquí mis condolencias. Ellos eran su razón primordial de vida. Extrañaremos a Celia que era una voz fundamental de la América Latina cambiante, pero su ejemplo vivirá en la memoria de quienes la quisimos bien.

Tomado del periódico Por Esto! 26/sep/08

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